Sentarse frente a una chimenea mientras fuera cae la noche y baja la temperatura tiene algo de ritual, algo que reconforta y que convierte el salón en un refugio. Pero más allá de la atmósfera, lo que muchos se preguntan cuando van a instalar un sistema de calefacción es cuánto les costará mantener ese calor encendido durante los meses de invierno. Y en esa decisión entran en juego tres opciones que siguen siendo las más recurrentes: chimeneas de pellets, de leña y de gas. Cada una con sus particularidades, sus ventajas y sus gastos ocultos.
Entendiendo cómo funciona una chimenea de pellets.
Las chimeneas de pellets queman un combustible fabricado a partir de residuos de madera prensada, que tiene un formato de pequeño cilindro y que ha sido secado de forma que conserva muy poca humedad. Gracias a esa baja humedad y a su densidad, el pellet arde con bastante facilidad y genera una cantidad de calor muy aprovechable, lo que las convierte en una opción bastante atractiva si buscas un equilibrio entre sostenibilidad y rendimiento térmico.
El funcionamiento es bastante automatizado: tú cargas el depósito con pellets, y un sistema alimenta de forma controlada la cámara de combustión, que puede encenderse sola con una resistencia eléctrica o mediante otros métodos automáticos. Además, la mayoría de modelos cuenta con un ventilador que distribuye el aire caliente por la estancia, e incluso hay versiones canalizables que pueden calentar varias habitaciones.
Este tipo de chimeneas necesita conexión eléctrica para funcionar, ya que todos sus mecanismos (ventiladores, sinfín, encendido) requieren energía. Aunque esto podría parecer una desventaja frente a otras opciones que no dependen del suministro eléctrico, la cantidad de consumo es tan reducida que no suele representar un problema en términos de consumo mensual.
Precio del combustible: pellets, gas o leña.
Aquí es donde muchos se detienen a comparar porque, aunque instalar la chimenea cuesta una vez, lo que vas a pagar cada invierno depende de lo que cueste calentar la casa día tras día. Los pellets suelen venderse por sacos de 15 kg, y el precio varía, pero suele rondar entre los 5 y 7 € por saco. Un hogar medio puede necesitar entre 1.000 y 1.500 kg de pellets por temporada, lo que se traduce en unos 400 a 600 € en total.
En el caso de la leña, el precio depende mucho de la zona donde vivas, del tipo de madera (olivo, encina, roble) y de si compras leña seca o verde. A modo orientativo, un metro cúbico de leña seca de buena calidad puede costar entre 100 y 150 €, y se estima que para pasar el invierno en una vivienda de tamaño medio se pueden necesitar entre 3 y 6 m³. Eso deja la factura en una horquilla bastante amplia, que puede ir desde 300 hasta más de 800 €, y eso sin contar transporte ni almacenamiento.
El gas natural es un caso distinto. No requiere almacenamiento y su distribución está controlada por las redes municipales. El coste depende del consumo y del contrato con la compañía, pero en una vivienda que use gas para calefacción y cocina, la factura mensual en invierno puede situarse entre 80 y 150 €, lo que en cuatro o cinco meses fríos se traduce fácilmente en 500 a 750 €. El gas propano, si no tienes red, es bastante más caro por litro y puede disparar la factura por encima de los 1.000 € si se utiliza de forma intensiva.
Instalación y mantenimiento a largo plazo.
Instalar una chimenea de pellets con salida de humos, tomas eléctricas y un sistema de canalización si lo deseas, no es algo que se pueda hacer en una tarde, pero tampoco implica grandes obras. La inversión inicial ronda entre los 1.200 y los 3.000 € dependiendo del modelo y la potencia. A esto hay que sumarle la instalación, que puede ser más o menos compleja según el tipo de salida de humos que tenga la vivienda.
Las chimeneas de leña requieren también una salida de humos adecuada, aunque los modelos más clásicos pueden adaptarse a hogares que ya tengan una. El precio del aparato puede ser algo más bajo si se opta por un modelo sencillo, pero si buscas un buen rendimiento calorífico y eficiencia energética, los insertables de leña también pueden superar fácilmente los 2.000 €.
En cuanto a las de gas, su instalación requiere un técnico autorizado, especialmente si vas a conectarla a la red general. Aquí el valor de la chimenea puede oscilar entre los 1.500 y los 4.000 € dependiendo del diseño, y la instalación puede encarecerse si hay que hacer modificaciones en la red o en la ventilación.
En lo que se refiere al mantenimiento, las chimeneas de pellets necesitan una limpieza frecuente del quemador, vaciado del cenicero y revisión del sistema cada cierto tiempo. Algunas incluso tienen sistemas de autolimpieza que lo facilitan bastante. Las de leña requieren deshollinar regularmente el conducto para evitar obstrucciones, lo cual no siempre es barato ni cómodo. Las de gas, por su parte, necesitan revisiones técnicas periódicas por seguridad, pero al no generar residuos sólidos, son más cómodas en el día a día.
Rendimiento térmico y sensación de confort.
Aunque todas calientan, no todas lo hacen igual ni con la misma sensación. Las chimeneas de pellets tienen un rendimiento muy alto, cercano al 90 %, gracias al control electrónico del flujo de aire y de la combustión. Esto significa que casi toda la energía del combustible se convierte en calor útil para la estancia. Además, su funcionamiento programable permite mantener una temperatura constante sin tener que estar pendiente de reponer el combustible cada pocas horas.
Las de leña, aunque más tradicionales, tienen un rendimiento bastante más bajo si no son modelos cerrados. Una chimenea abierta puede perder hasta el 80 % del calor por el tiro, mientras que un buen insertable puede alcanzar rendimientos del 70 %. Eso sí, nada da una llama tan bonita ni huele igual que la madera ardiendo, y esa es precisamente la razón por la que muchos las siguen eligiendo.
En cuanto al gas, su eficiencia depende mucho del modelo, pero los mejores diseños pueden llegar al 85 % sin problemas. El calor que genera es inmediato, limpio y se puede regular fácilmente. Sin embargo, la llama del gas, aunque visualmente atractiva, no tiene ni el crepitar ni el aroma que tanto caracterizan a las otras dos opciones.
Espacio necesario y estética.
Otro factor que no se puede pasar por alto es cuánto espacio necesitas para el aparato y para almacenar el combustible. En el caso de los pellets, aunque vienen en sacos limpios y fáciles de manejar, necesitas tener un lugar seco y ventilado donde almacenarlos. Además, las estufas de pellets suelen ocupar más espacio que una chimenea de gas, especialmente si incorporan depósito grande o sistemas de canalización.
La leña, por su parte, es la que más espacio de almacenamiento exige. No solo por volumen, sino por condiciones: necesita estar bien apilada, protegida de la humedad, y muchas veces hay que dejarla secar antes de usarla. A cambio, aporta una estética rústica y auténtica que muchas personas buscan en una vivienda de campo o una casa reformada con materiales naturales.
Las chimeneas de gas suelen ser más compactas, limpias y fácilmente integrables en cualquier estilo de decoración. Existen modelos empotrados, colgantes, verticales e incluso esquineros. De hecho, los profesionales de Ambifuego afirman que lo que más valoran muchos de los clientes es especialmente la posibilidad de elegir entre estufas, insertables o chimeneas decorativas que combinen eficiencia con diseño, tanto en ambientes clásicos como modernos.
Factores ecológicos y normativas actuales.
Cada vez es más habitual que quienes se plantean instalar una chimenea se pregunten qué opción contamina menos o tiene una menor huella ambiental. En este sentido, los pellets tienen bastante buena reputación: al estar hechos de residuos de madera, su emisión neta de CO₂ se considera neutra, ya que el carbono que se libera en la combustión es el que absorbió el árbol mientras crecía. Además, su combustión es más limpia que la de la leña y cumple con las normativas medioambientales más estrictas si el aparato está certificado.
La leña, aunque también se considera una fuente renovable, tiene una combustión más sucia si no se quema correctamente. La calidad de la madera, su grado de humedad y el tipo de chimenea influyen mucho en la cantidad de partículas que libera al ambiente. Algunas zonas ya imponen restricciones sobre el uso de chimeneas abiertas precisamente por este motivo.
El gas, en cambio, es una energía fósil. Aunque su combustión es bastante limpia comparada con el carbón o el gasóleo, sí emite CO₂ y depende de una red de suministro cuya trazabilidad ecológica es difícil de controlar. Eso sí, no genera partículas en suspensión ni residuos sólidos, lo que ayuda a mantener una buena calidad del aire interior.
Nivel de autonomía y gestión diaria.
El tipo de vida que tengas también influye mucho en qué opción te conviene más. Si pasas mucho tiempo fuera de casa o prefieres no preocuparte por cargar la chimenea cada pocas horas, los pellets ofrecen una gran ventaja: puedes programarlos para que se enciendan antes de llegar a casa, ajustar la potencia y olvidarte durante horas. Eso da mucha autonomía y comodidad, especialmente en viviendas principales.
Con la leña, sin embargo, hay que estar pendiente del fuego, añadir troncos con frecuencia y tener cierta habilidad para mantener una llama constante. Para algunos esto forma parte del encanto, pero para otros puede ser un engorro, sobre todo si hace frío y hay que salir al exterior a buscar más madera.
El gas, por su parte, ofrece un control inmediato, casi como una caldera: enciendes y calienta. No hay que cargar nada, no hay cenizas, no hay residuos. Basta con girar un mando o usar el mando a distancia. Es, sin duda, la opción más limpia y sencilla en cuanto a gestión diaria, aunque con una dependencia mayor del suministro continuo y de los precios que marque el mercado.