Los bocadillos que nos devuelven a nuestra infancia

Existen imágenes que nos evocan a tiempos pasados. Y está claro que la época que más nos gusta recordar es cuando fuimos niños. Es curioso que queríamos crecer rápido para ser ‘mayores’, y luego nos hemos dado cuenta de que era un gran error, porque lo queremos ahora es volver a esos tiempos pretéritos. Cuando nuestra máxima preocupación era saber si podríamos salir antes o después a jugar con nuestros amigos.

En mi caso siempre recuerdo mis veranos en el pueblo conviviendo con mis abuelos, Patricia y Miguel. Jo, qué feliz era. Me acuerdo que me iba el 24 de junio en cuanto me habían dado las notas (siempre que hubiera aprobado todo) y volvía  la ciudad el 31 de agosto. Y sí, de fondo suena ahora mismo la canción de Dúo Dinámico de ‘El final del verano’. En este caso, aprovecho la oportunidad para hacer un alegato de la vida rural, de la vida de pueblo de los niños, pero sobre todo de volver a las costumbres de antes. Y en este caso, hay una que se ha perdido y a mí me encantaba, el comer bocadillos. Era siempre nuestra merienda y claro está, nos servía para incluso cenar. Nada de eso de sentarse en la mesa por la noche y comer primer, segundo plato y postre.

Hoy nos metemos en una máquina del tiempo y volvemos a los años 80-90 para recordar los bocadillos que nos comíamos en la calle y que nos sabían tan buenos. Vamos con ellos.

Nocilla

Ya sabemos que es una marca, pero es que creo que todo el mundo conoce este alimento así. Los bocadillos de nocilla eran un clásico de las tardes. La verdad es que era lo más fácil de hacer. Solo se necesitaba media barra y el bote. Se abría, se untaba bien con el cuchillo y listo. Con el paso del tiempo fueron saliendo otros sabores, pero a mí me gustaba el clásico, el que llevaba el chocolate negro con franjas de blanco. La verdad es que siempre recuerdo que le pedía a mi abuela que me lo diera bien porque solo tenía pan. Aunque es cierto que hay días de mucho calor que me chorreaba por las manos. ¿Te acuerdas? Además, siempre que lo comía me venía a la cabeza la famosa canción: “leche, cacao, avellanas y azúcar…”.

Chorizo frito

Si por algo recuerdo los bocadillos de mi abuela Patricia en el pueblo es por el bocadillo de chorizo frito. Era un clásico de los veranos y que solo ella sabía hacer tan bueno. Un chorizo que era de los denominados de la olla, es decir, de los de matanza en casa (de esos que ya no se pueden hacer) del cerdo. Se metían en una olla con manteca, se sacaba y a freír. Lo de pringar luego la salsa en la miga, era una delicia. Recuerdo que estos bocadillos los echaba mucho de menos cuando volvía a la ciudad.

Jamón

Y los días de fiesta o los domingos, mi abuela siempre tenía preparado el bocata de jamón. Dios qué delicia. Es cierto que mi abuela era un poco tacaña, y me daba menos bocadillos de jamón para todo lo que me gustan. En mi casa ahora he mantenido las tradiciones y siempre tengo un jamón de los ricos. Una pieza elaborada con la extremidad posterior de cerdos propios criados en libertad con una exquisita alimentación a base de productos naturales como el trigo, la cebada, el maíz y la soja. Como indican desde Iberjagus, de esos que su curación está entre 36 y 40 meses con grasa brillante color marfil, y que al corte presenta diferentes tonalidades. La verdad es que comer un bocata de esos sigue siendo una delicia.

Tortilla de patata

Y por supuesto, no puede faltar el bocadillo de tortilla de patata. Recuerdo que siempre me lo ponía el viernes, porque la hacía para todos de casa. Me decía mi abuela que tuviera cuidado porque se podía salir. Y así ocurría. La verdad es que el sabor a tortilla de patata era uno de los que más me recordaba a mis veranos en el pueblo. Y si te estás preguntando si va con o sin cebolla. Pues…en este caso mi abuela no era perfecta y la hacía sin. Pero con el paso del tiempo ya ha aprendido que está mucho más buena con cebolla. Aunque eso ya se sabe que va por gustos.

Hasta aquí mis cuatro bocatas favoritos y me devuelven a mi infancia. ¿Cuál son los tuyos?